The girl in the mirror.

martes, 18 de marzo de 2014

Every morning when I look at my eyes
I think "mirror, mirror, why you so sad?".
Then I remember: the reflection it's me.
And it's no strange how sad it seems.

Every night I look again on that,
And I say "mirror, mirror, you still so sad".
Again I remember it's me.
So I burn in a sea of tears.

When I look at the mirror, I don't see myself.
I only see a stupid girl
who's falling down too fast.

No one holds her, no one helps her.
They don't even see her fall.

Someday she'll be stronger,
and all that shit will be over.
The girl in the mirror knows it.
But she knows too that the day
is so far away.


Every morning when I look at my eyes
I think "mirror, mirror, why you so sad?".
Then I remember: the reflection it's me.
And it's no strange how sad it seems.

Every night I look again on that,
And I say "mirror, mirror, you still so sad".
Again I remember it's me.
So I burn in a sea of tears.

Looking on that f***ing mirror, my face still full of terror.
Nothing has changed, and I won't lose my hope.
Because if I do it, everything could be worse.

No one can save me, only myself.
So I'll try to escape from my own sadness.

The girl on the mirror stills pale and strange.
But this time, I see a smile on her little face.
So now, I am smiling.
No more crying.

And every morning I look at my eyes,
and it's perfect how happy they seem.
'Cause I still being crazy, I still being weird,
and nothing will change that part of me.
But now I've got no sadness in soul,
only smiles, laughs and colour.

Now the girl on the mirror smiles,
and she will  do it a million of more times.

Juro que éramos infinitos.

martes, 11 de marzo de 2014

"Aceptamos el amor que creemos merecer."

Hay libros que no son simplemente libros.
Hay libros que se convierten en parte de ti.
Hay libros que te abren los ojos.
Las ventajas de ser un marginado es uno de esos libros.

Empecé este libro hace tiempo, sobre el mes de febrero. Me impactó un poquito porque no estoy acostumbrada a este tipo de libros, así que al llegar a la Parte 2 dejé abandonada esta lectura.
Fue hace dos días cuando decidí continuarla. Y no me puedo creer que no lo haya leído antes.
Debo decir que este libro no es como los demás. Es un libro que me ha hecho reflexionar, me ha hecho darme cuenta de muchas cosas acerca de la vida y de mí misma, nunca pensé que un libro pudiera abrirme los ojos así.
Está escrito a través de cartas. En ellas, Charlie le cuenta a un amigo la historia de cómo conoció a Sam y Patrick, cómo cambió su vida desde que se hicieron amigos, y todo lo que le ocurrió desde entonces.
Me ha hecho darme cuenta de que, de alguna manera, soy como Charlie en el sentido de que soy una marginada.
"-Es especial, ¿eh?
Bob asintió con la cabeza. Patrick entonces dijo algo que no creo que olvide nunca.
-Es marginal.
Y Bob asintió fuertemente con la cabeza. Y la habitación entera asintió con la cabeza. [...] Pero Patrick no me dejó ponerme demasiado nervioso. Se sentó a mi lado.
-Tú ves cosas. Te las callas. Y las comprendes."
En este libro, "marginado" no significa significado el típico solitario y apartado de la gente. En este libro marginado  quiere decir aquella persona que no se implica. Que simplemente piensa y escucha a los demás. Al leerlo, me he dado cuenta de que yo soy ese tipo de persona. De que no doy mi opinión, simplemente la pienso. Este libro me ha hecho reflexionar sobre ello, y me ha abierto los ojos en el sentido de que me ha hecho ver que debo cambiar mi manera de actuar. Debo implicarme. Debo ser yo misma. Así que, gracias, Sam, por darle aquel discurso a Charlie. Yo también aprendí de lo que le dijiste.



Otro aspecto que debemos destacar de este libro son sus personajes. Puede ser verdad que no se les describe mucho físicamente, pero creo que lo más importante de ellos no es su físico. 
Charlie es un chico muy callado al que le encanta leer. Ve el mundo desde su propio punto de vista; al margen de todo. Es sensible, llora con facilidad. Cuando sus amigos están tristes, él también lo está. Al principio del libro este personaje (que es el protagonista, y también quien cuenta la historia) no me caía del todo bien. No me matéis. A medida que fue avanzando la historia, le fui cogiendo cariño, porque, creedme, es imposible no tenerle todo el cariño del mundo a Charlie. Completamente imposible. Sam y Patrick son hermanos, y de los chicos más populares del instituto. Son mayores que Charlie. Patrick (aka Nada) es uno de mis personajes favoritos.
Los chicos empezaron a llamarle Patty, cuando su nombre de verdad es Patrick. Y Nada les dijo: "Escuchad, o me llamáis Patrick o nada". Así que empezaron a llamarle Nada.
Ni siquiera sé explicar por qué me gusta tanto Patrick, creo que tendríais que leer el libro para entenderme.
Después está Sam. Desde el principio se ve que Charlie siente algo por ella, y que la aprecia muchísimo. Debéis leer el libro para saber si fueron pareja o no, no voy a dar spoilers.

Nos encontramos con Patrick afuera porque a veces no le apetecía ir a clase. Preferían fumar.
-Charlie está "charliescamente" colgado por mí, Patrick.
-¿Ah, sí?
-Estoy intentando no estarlo -me excusé, con lo que sólo les hice sonreír.

¿Sabéis? Se me da muy mal describir personajes porque nunca les hago justicia, así que pasemos a otra cosa.

En el libro se citaba un poema muy, muy triste, que también te hace reflexionar. Quería que lo leyéseis, así que aquí está:

Una vez en una hoja amarilla de papel con rayas verdes
escribió un poema
Y lo llamó "Chops"
porque así se llamaba su perro
y de eso trataba todo
Y su profesor le puso un sobresaliente
y una estrella dorada
Y su madre lo colgó en la puerta de la cocina
y se lo leyó a sus tías
Ese fue el año en el que el Padre Tracy
llevó a todos los niños al zoo
Y les dejó cantar en el autobús
Y su hermana pequeña nació
con las uñas de los pies diminutas y sin pelo
Y su madre y su padre se besaban mucho
Y la niña de la vuelta de la esquina le envió una
tarjeta de San Valentín firmada con una fila de X
y él tuvo que preguntarle a su padre qué significaban las X
Y su padre siempre le arropaba en la cama por la noche
Y siempre estaba ahí para hacerlo.

Una vez en una hoja de papel con rayas azules
escribió un poema
Y lo llamó "Otoño"
porque así se llamaba la estación
Y de eso trataba todo
Y su profesor le puso un sobresaliente
y le pidió que escribiera con más claridad
Y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque estaba recién pintada
Y los niños le dijeron
que el Padre Tracy fumaba puros
Y dejaba colillas en los bancos de la iglesia
Y a veces las quemaduras hacían agujeron
Ese fue el año en que a su hermana le pusieron gafas
con cristales gruesos y montura negra
Y la niña de la vuelta de la esquina se rió
cuando él le pidió que fuera a ver a Papá Noel
Y los niños le dijeron por qué
su padre y su madre se besaban mucho
Y su padre nunca lo arropaba en la cama por la noche
Y su padre se enfadó
cuando se lo pidió llorando.

Una vez en una hoja arrancada de su cuaderno
escribió un poema
Y lo llamó "Inocencia: una duda"
porque esa duda tenía sobre su chica
Y de eso trataba todo
Y su profesor le puso un sobresaliente
Y lo miró fijamente de forma extraña
Y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque él nunca se lo enseñó
Ese fue el año en el que murió el Padre Tracy
y olvidó cómo
era el final del credo
Y sorprendió a su hermana
enrollándose con uno en el porque trasero
Y su madre y su padre nunca se besaban
ni siquiera se hablaban
Y la chica de la vuelta de la esquina
llevaba demasiado maquillaje
Que le hacía toser cuando la besaba
pero la besaba de todas formas
porque tenía que hacerlo
Y a las tres de la madrugada se metió el mismo en la cama
mientras su padre roncaba profundamente

Por eso en el dorso de una bolsa de papel marrón
intentó escribir otro poema
Y lo llamó "Absolutamente nada"
Porque de eso trataba todo en realidad
Y se dio a sí mismo un sobresaliente
Y un corte en cada una de sus malditas muñecas
Y lo colgó en la puerta del baño
porque esta vez no creyó
que pudiera llegar a la cocina.


No sé si os habrá impactado tanto como me afectó a mí.
Lo que está claro es que es un poema algo extraño y más triste aún.


Y este libro ha sido uno de esos de los que quieres saber el final pero que no quieres terminar.
Uno de esos con los que lloras al terminar de leerlo.
Del tipo de libro del que nunca, jamás, encontrarás uno igual.
Un libro que te cambia la vida.
Y después de leerlo entiendes el mundo un poco mejor.
Y nunca volverás a ver las cosas como antes.

Lo único que me queda por decir es que os recomiendo este libro a cada uno de vosotros, a todos los que leáis esto, porque os aseguro que no os va a decepcionar. La verdad es que creo que todo el mundo debería leer este libro, pero esto ya es vuestra elección.

Margaritas.

lunes, 10 de marzo de 2014

Él no sabía exactamente la razón por la que se había sentido atraído hacia ella. Tal vez fuera porque la chica de las margaritas tenía algo misterioso.
Era extraña. Su cabello era negro, y siempre llevaba escondidas aquellas pequeñas y blancas flores que le daban nombre. Sus ojos eran oscuros. Su mirada, perdida. Su alma tenía algo de suicida. 
Caminaba mirando al frente, sin fijarse en nada ni nadie, como si el resto del mundo no le importara. Quizás así era, al menos hasta que le conoció.
Visitaba el valle cada día, al salir de clase. Se tumbaba entre las margaritas, contemplaba el cielo nublado, y pensaba. Pensaba sobre cualquier cosa. Analizaba las nubes. Buscaba sus formas. Observaba a las mariposas que iban de un lado para otro, revoloteando y posándose de flor en flor.
Él era muy distinto. No era misterioso. Le gustaba la música. Le gustaba sentarse delante de un piano, cerrar los ojos y sólo tocar. Muy de vez en cuando, componía. Era aficionado de la pintura, de plasmar sus sentimientos en un lienzo. Su cabello era pelirrojo oscuro, como las hojas cuando están a punto de caer.
Sólo pasaba por allí cuando se conocieron. Le gustaba la tranquilidad de aquellos campos, que siempre tenían el aspecto de la primavera.
Era un sábado, y el sol se estaba poniendo. El sol parecía haber coloreado el cielo de rosa anaranjado. Ella, tirada en la hierba, observaba. Cada día veía aquel atardecer, pero no dejaba de sorprenderla. Era algo maravilloso, digno de admirar. 
Él llevaba su vieja mochila a la espalda, y volvía a casa después de un largo paseo, como cada sábado. Aquel día estaba especialmente agotado, y cada paso le costaba más que el anterior. Cuando el atardecer dio paso a un cielo oscuro, sin una sola estrella, al joven le costaba distinguir el suelo donde pisaba. Ella estaba tumbada en aquel suelo, mirando aún al cielo. El destino quiso que sus caminos se cruzasen.
Él tropezó con ella -literalmente- y aterrizó sobre su mochila. Esta se abrió, y las acuarelas, lienzos, pinceles y lápices cayeron en la hierba, perdiéndose entre ella.
El chico se levantó al momento y, al ver con qué había tropezado, se apresuró a disculparse. Buscó a la chica con la mirada, y acabó topándose con sus ojos oscuros. No podía distinguir muy bien sus rasgos, pero pudo ver, aun estando en la oscuridad, a una chica que le sonreía a la tenue luz de la luna. No tenía la típica belleza, de eso estaba seguro, pero había algo en ella que hacía que te quedaras observándola.
-Lo... Lo siento mucho -dijo el pelirrojo, ayudándola a levantarse.
Ella volvió a sonreír.
-No te preocupes -se sacudió la hierba que tenía en el vestido, y dijo-. Nada ocurre por casualidad, ¿no? -él no entendía a qué se refería, y no le dio tiempo a pensarlo, ya que ella extendió la mano y dijo:- Soy Daisy. 
-Andrew.
-¿Puedo llamarte Andy?
-Eh...
-No era una pregunta, Andy.
Él sonrió.
Ella volvió a sentarse entre las margaritas. Alzó la vista y observó de nuevo el cielo, en el que las primeras estrellas ya habían aparecido.
Andy la contempló a ella. Daisy estaba sentada abrazando sus rodillas, absorta en sus pensamientos y en el cielo negro azulado. Por lo que podía ver con la escasa luz, su cabello era oscuro, y estaba revuelto, como si se acabara de levantar. Pudo distinguir que llevaba una especie de corona de margaritas hecha a mano.
-No te quedes ahí -dijo Daisy, de repente-. Ven, siéntate -le hizo un gesto con la mano para que se sentara  a su lado.
Él se sentó despacio, como si no estuviera del todo seguro de que debiera. Se acomodó en la hierba y observó el cielo estrellado, y no dijo nada. El chico pelirrojo y la chica de las margaritas compartieron el silencio, un silencio que era todo lo contrario de incómodo. 
Al cabo de un rato, ella se tumbó en medio de las margaritas y cerró lentamente los ojos. El aire empezaba a enfriarse y el suelo estaba húmedo. A Daisy no parecía importarle en absoluto, a pesar de no llevar nada más que un vestido de seda negra.
Andy pensó que quizá debiera volver a casa. Su familia estaría preocupada, se preguntarían qué le había pasado. Lo más extraño era que al joven no le importaba. En aquel momento, todo lo que quería era tumbarse en la hierba junto a aquella chica tan extraña y cerrar los ojos.
Y así lo hizo.

El domingo les despertó un hermoso amanecer. Al despertar, Andy no vio a Daisy, y un miedo inexplicable le invadió por completo al pensar que no la iba a ver nunca más. Pero entonces paseó la mirada por las copas de los árboles que tenía en frente y vio una figura esbelta subida a uno de ellos. Esbozó una media sonrisa, reconociendo a la joven. Ella no le había visto despierto, y él decidió no desaprovechar aquella oportunidad. Sacó sus utensilios de pintura lo más deprisa que pudo y empezó a garabatear sobre un lienzo en blanco. Dio forma a los árboles, al sol alzándose tras ellos, a los pequeños animales que correteaban por allí, y por último trazó la silueta de Daisy, con delicadeza. Borró y perfeccionó aquel boceto hasta que le convenció del todo. Sacó las pinturas y, una pincelada tras otra, el bosque de árboles que tenía ante él iba apareciendo también en aquel lienzo, que ya no tenía ni un hueco blanco. Cada detalle de la chica de las margaritas había quedado grabado también. Una vez que estuvo terminado, lo colocó cuidadosamente sobre una roca, para dejar que se secase, y fue a saludar a la joven, que seguía en el árbol.
Le costó lo suyo, pero al final Andy consiguió alcanzar la rama donde estaba Daisy, y se sentó en otra vigilando antes que pudiera sostener su peso. A pesar de que estaba de espaldas a él y que no se había oído nada cuando el chico subía, ella dijo, sin girarse:
-Buenos días.
-Buenos días -repitió él.
Cuando la chica se volvió, tenía un pequeño pájaro posado en el dedo. Alzó un poco el brazo, y el ave salió volando.
-Suelo venir a cuidarlo siempre que puedo -aclaró, hablando sobre el pájarito-. Su madre lo repudió al nacer -una sonrisa triste apareció en su rostro-. Son unas criaturas curiosas, los pájaros. ¿No crees?
Andy asintió.
-¿Bajamos? -propuso Daisy.
Él suspiró.
-Creía que no lo dirías nunca.
La chica ayudó al pelirrojo a bajar del árbol, puesto que era bastante torpe para estas cosas. Cuando ya estaban en el suelo, Daisy preguntó:
-¿Tienes miedo a las alturas?
Él volvió a asentir.
-Daisy... ¿Puedo hacerte una pregunta?
Ella sonrió.
-Demasiado tarde, Andy. Acabas de hacerme una.
El chico sacudió la cabeza y sonrió, sin poder evitarlo. Después, preguntó:
-¿Vienes mucho por aquí?
-Pregunta muy típica de los chicos -pensó ella, en voz alta. Acto seguido, rió, haciendo ver a Andy que estaba de broma-. Sí, vengo aquí todos los días. Este lugar -señaló al bosque, al valle y a todo el campo con los brazos- es mi segundo hogar. Mejor dicho, es mi único hogar. Quiero decir, tengo una casa, sí, pero no lo siento como mi "hogar". Es donde vivo, nada más. Mi sitio realmente está aquí, entre los árboles, la hierba y las margaritas. 
Hizo una pausa, respiró profundamente y continuó:
-Me has caído bien, Andy. Por eso, te confesaré que en realidad no me llamo Daisy.
El pelirrojo abrió la boca para preguntar sobre su verdadero nombre, pero ella le interrumpió.
-Alto, soldado. No quieras saber cómo me llamo en realidad. La verdad, ni siquiera me acuerdo -de encogió de hombros, quitándole importancia.
-¿Y por qué elegiste Daisy?
-Las margaritas son diferentes a las demás flores. Son hermosas, pero a la vez son tristes. Me gusta pensar que me parezco a ellas.
-Te pareces a ellas -afirmó Andy, aunque no entendía muy bien por qué las margaritas le parecían tristes, ni por qué ella lo era.
Entonces Daisy sonrió, cogió al joven de la mano y le dijo las palabras que cambiarían la vida de Andy para siempre.
-Me gustas, Andy. Realmente me gustas.
-Tu también me gustas, chica de las margaritas.
Su nuevo apodo hizo que la chica sonriera aún más.
-Ven, quiero enseñarte algo.
Daisy tiró de su brazo y lo llevó a sus partes favoritas de aquel bosque inexplorado. Subieron a la cima de una montaña desde la que se veía toda la ciudad, cada una de las casas, que desde allí parecían ser de juguete. Ella le enseñó a escalar árboles. Más tarde, la chica recogió margaritas y le hizo una corona con ellas para Andy. Su última parada fue un pequeño río, en el que alguien había colocado un tronco a modo de puente.
Allí, Andy y Daisy se besaron por primera vez. Todo ocurrió deprisa. Cruzaban el tronco cuando de repente él colocó mal un pie y estuvo a punto de caer. Ella actuó rápido y sujetó su camisa, atrayéndolo hacia ella. Así fue como acabaron con sus narices a centímetros de distancia, hasta que al final él puso fin a los centímetros que les separaban y la besó. Y por primera vez en mucho, mucho tiempo, Daisy sintió de nuevo que estaba viva.
Finalmente, el domingo terminó, y él tuvo que regresar a casa, esperándose una buena regañina. Pero volvía a tener ese extraño sentimiento de indiferencia, no le importaban las regañinas si eran por haber estado con ella.
La historia del pelirrojo y la chica de las margaritas parecía ir a tener un final feliz, pero quién podía saberlo. A veces las apariencias engañan.

La observación de atardeceres, cielos estrellados, amaneceres, los paseos por el bosque y las recogidas de flores siguieron su curso cada fin de semana durante meses.
Daisy no volvió a observar nubes y mariposas sola. Tenía a Andy para acompañarla. Había encontrado un motivo para que cada día valiera la pena. Sin embargo, había algo que no estaba bien dentro de ella. Algo que nunca lo había estado. Seguía teniendo esa tristeza permanente que no la había abandonado desde la muerte de sus padres. Cada vez que sonreía, algo dentro de ella se rompía un poco más. Seguía siendo como las margaritas.
Andy lo notó, pero ella insistió tanto en que no ocurría nada que acabó sin darle importancia. Aprendió a observarla también a ella, y se percató de que esos silencios de cada sábado por la noche dedicados a observar las estrellas, Daisy pensaba. A veces, se despertaba la mañana del domingo y escuchaba los sollozos de Daisy. Cada vez que ella lloraba, algo se rompía dentro de él.

Y llegó la mañana de la tragedia. Era invierno y casi no quedaban margaritas. Aquel domingo, él se despertó pronto, y se dio la vuelta esperando encontrarse con el pálido rostro de la joven. Os imaginaréis que no fue eso lo que encontró. A su lado, en la hierba, había un jarrón con margaritas, y una nota. Extrañado y con un horrible presentimiento, Andy abrió la nota como pudo. Las manos le temblaban. Quería convencerse de que no era lo que creía, pero hubiera sido una pérdida de tiempo.

Querido pelirrojo:
No sé cómo decirte esto sin llenar el papel de lágrimas. Seré clara. Me voy, no puedo más. No voy de viaje, no me mudo. Voy a un lugar del que no se puede regresar. Me conoces lo suficiente como para entenderlo. Fuiste mi última esperanza, mi última razón para vivir. Estos meses me he sentido más viva que nunca, y todo gracias  a ti. Con amor,
Tu chica de las margaritas.
pd: encontré el cuadro sobre una roca, es lo más bonito que he visto nunca. Siento agradecértelo tan tarde.
pd2: nunca olvides que te quiero.

La había perdido para siempre.

Eran como dos líneas rectas 
que se cruzan en un punto.
Sus caminos coincidieron una vez,
pero pronto se separaron.
Para siempre.
____________________________________________________________________________

Este relato es para el concurso de relatos de My Unstoppable World, cuyo plazo finaliza mañana.
Por si alguien quiere apuntarse, pinchad aquí para ir a las normas del concurso.
Sparks fly,
Merce Fearless.